Valoración 8/10
La estrategia de la medialuna.
Se apagan las luces y se abre el telón.
Una voz en off comienza a contarnos la historia de Amélie Poulain. Con un toque
cercano al realismo mágico su niñez va trascurriendo ante nuestros ojos y
consigue dibujarnos una sonrisa de complicidad con lo que vamos viendo, poesía
y sueños de la mano de un cuento vitalista y luminoso, siempre vistos desde la
perspectiva de la Amélie niña que abre el relato. Son unos minutos
verdaderamente bellos y nos hacen conectar de inmediato con las aventuras
posteriores que una Amélie ya no tan niña correrá en un París tan encantado
como encantador.
Amélie, la niña buena, de alma inocente
y corazón acelerado, descubre un día, tras mirarse al espejo que ha crecido y
que tal vez sea el momento de realizar algunos cambios en su vida y busca una
excusa para comenzar su carrera casi contra reloj en su intención de hacer un
poco más feliz la vida de todos los que la rodean. Se mira a menudo su corazón
solitario pero nunca quiebra su sonrisa de medialuna, y se convierte en una
especie de ilusionista de la importancia de las pequeñas cosas, aquellas que al
fin y al cabo componen y llenan nuestra vida.
Sólo hay una manera de alcanzar la
plenitud cuando llenamos de alegría la vida de los demás: el anonimato. Amélie
hace y deshace, teje finísimas telas de araña, enreda y desenreda, como un hada
que habita en la sombra, y va consiguiendo todos sus objetivos que no son si no
los objetivos de otros. Tan despreocupada por otra parte de si misma aunque con
un sueño que acentúa su perenne medialuna, el amor que aguarda sólo para ella
detrás de una esquina con el que debe cerrarse la partida.
Y a uno le gusta la historia de Amélie
Poulain porque así es como debería ser un poco cada día nuestra propia vida.
Necesitamos optimismo y candidez, bondad e inocencia y sobre todo energía para
realizar pequeños detalles que iluminen otro corazón u otra sonrisa. Hay quien
tildará de cursi esta película así como hará lo propio con esta crítica pero en
el fondo estoy seguro que ni siquiera quien lo haga estará realmente muy
alejado de la forma de ver las cosas que tenemos los seguidores de Amélie
Poulain, sólo es la coraza que deciden ponerse para aparentar, bajo ella existe
probablemente un gran corazón que a veces se abre para seguir moviendo un poco
más la rueda, tal vez sean incluso sus detractores más Amélie Poulain que nadie
y como tales los más activos a la par que anónimos dentro de los particulares
mecanismos que mueven desde el silencio la imparable estrategia de la
medialuna.
( Del Libro "EL CINE QUE RESPIRA", Oviedo 2014)
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