Valoración 8/10
Han Solo nunca conoció al Hombre Lobo.
En
una galaxia muy, muy lejana, existió una vez un mundo en donde el Halcón
Milenario era un viejo Cadillac y la princesa Leia una compañera de pupitre.
Cuando la estrella de la muerte se llamaba Universidad y la banda sonora de la
vida movía nuestros pies a ritmo de Rock and Roll. Un tiempo maravilloso, de
amistad y juventud, de iniciación y pérdida. Era el mundo que George Lucas nos
contó en American Graffiti. Un lienzo de nosotros mismos, en una noche de
cambio. Aquella noche que todos tuvimos, antes de que creciéramos un poco más.
Como un adiós, que era sólo un principio. Todos estuvimos allí. Y bebíamos
nuestro litro de cerveza entre sorbos nostálgicos, con la tristeza de despedir
a aquellos amigos que partían al día siguiente, lejos de su chica y de su
barrio. Y nos reíamos rememorando aquellos años juntos, de libertad y
descubrimiento. Fue la noche en la que nuestro instituto no nos volvió a
parecer nunca más un ente represor y extraño. Y cuando pasamos a su lado, lo
miramos con ojos de cariño y empatía, como si fuese un antiguo amor que de
repente nos hubiera abandonado.
Puede que George Lucas encontrara su
camino hablándonos de mundos fantásticos, pero nada de lo que ha creado tiene
la magia, el corazón y la inocencia que destilan las imágenes de su American
Grafitti, un pedazo de nuestra propia vida que ni las fuerzas imperiales, ni la
mediocridad, ni el merchandising nos podrán nunca arrebatar.
( Del Libro " EL CINE QUE RESPIRA ", Oviedo 2014 )

No hay comentarios:
Publicar un comentario