domingo, 28 de julio de 2024

Crítica cinematográfica a El Protegido (M. Night Shyamalan, 2000)

 Valoración 8/10 

Cuando Superman viste de calle.

Nunca me atraparon los cómics de superhéroes. Me gustaban otro tipo de cómics: Astérix, Tintín, los Pitufos o toda la cosecha patria con Mortadelo y Filemón a la cabeza. Recuerdo mi primer cómic de Marvel, era de Los Cuatro Fantásticos, y no sé por que no me entusiasmó. Desde la infancia hasta hoy mi relación con el mundo de los superhéroes y el cómic para adultos  ha sido muy escasa. No venero a Stan Lee, no he leído a Frank Miller, se quien es Alan Moore por las adaptaciones de sus obras al cine... tengo amigos enganchadísimos al mundo del cómic que realmente disfrutan con ello, pero a mi siempre me ha parecido algo ajeno y lejano.

Otra cosa es el cine de superhéroes que he visto. Del primer Superman al Caballero Oscuro me he tragado unas cuantas películas, y la verdad es que con la salvedad de los dos Batman Burtonianos casi todo me parece prescindible. Por eso me parece muy curioso lo que me pasa con esta personalísima aproximación de Shyamalan al universo de los superhéroes.

Me encanta esta película. La primera vez que la vi la historia me fue envolviendo hasta dejarme helado con ese final de vértigo. Creo que tal vez, el truco que cierra de manera perfecta el círculo podría haberlo previsto antes de tiempo pero como estaba ensimismado con las peripecias de Wills y su enigmático protector (soberbio Samuel L. Jackson) me dejé llevar sin sentir en ningún momento que el indio me estuviera embaucando. Shyamalan tiene en mi opinión dos grandes películas: una es El Bosque, otra ésta. Me gusta esa pluralidad de opiniones que siempre provoca con sus obras, a mi mismo me irrita La Joven del Agua y no conecto demasiado ni con El Sexto Sentido, ni con Señales. En un término medio se queda El Incidente.

Considero a El Protegido como la mejor película de superhéroes jamás rodada. Diferente a todas las aproximaciones conocidas, partiendo de la cotidianeidad de un hombre en un principio normal y corriente que dudará de si mismo y de su condición humana. Samuel L. Jackson, su antítesis, no puede si no crearlo y moldearlo a su manera porque de él depende su propia existencia. Porque la película habla al fin y al cabo de la atracción entre dos polos opuestos que se complementan y se necesitan buscando el equilibrio. 

Ver a un hombre disfrazado de araña colgándose de edificios me parece mas que nada una tontería, pero el dialogo final entre el héroe y su mentor en esta peculiar película me parece apasionante. Las telarañas, los leotardos y los villanos mutantes tienen todas las de perder, como fuegos de artificio que se esfuman ante una buena idea. Merece la pena disfrutar del enfoque del indio inquieto a todo ese mundo. Tiempo tienes a decir que otra vez te ha engañado, aunque yo no he visto la trampa esta vez, solo talento y buen oficio detrás de la cámara.


(Del Libro "EL CINE QUE RESPIRA", Oviedo 2014)                                                                                                                            


                                                                                                                                            
 


 


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