jueves, 14 de diciembre de 2023

Crítica cinematográfica a Beetlejuice (Beetlejuice, Tim Burton, 1988)

 Valoración: 10 sobre 10.

El baile de la calavera.

Suele contar Tim Burton que tras dirigir La Gran Aventura de Pee Wee estaba deseoso de involucrarse en algún proyecto interesante con el que pudiera sentirse a gusto consigo mismo. Sin embargo a sus manos sólo llegaban una y otra vez lo que él denominaba “comedias tontas” y decidió seguir esperando hasta el punto de llegar a pensar que tal vez nunca más lograría volver a dirigir. Todo cambió cuando recibió el guión de Beetlejuice gustándole no sólo por la historia en si, si no también por lo moldeable que resultaba en su conjunto al no tener aquello en principio como el mismo reconocería “demasiado sentido”.

Un Tim Burton joven y experimental exprimiría las ideas del guión inicial hasta lo inimaginable dando lugar a una película totalmente única para la época, una especie de comedia de ultratumba repleta de creatividad e imaginería Burtoniana que era por aquel entonces totalmente única y novedosa. Es importante si te inicias en la obra de Burton ver sus películas en orden cronológico pasando por tanto de Vincent  a Frankenweenie, y posteriormente a Pee Wee, para desembocar en Beetlejuice como summum de una prímera etapa donde Burton sentaría casi todas las bases de su cine.

Hay maneras diversas de ver Beetlejuice, puedes acercarte a ella desde un punto de vista lineal y disfrutar con la divertidísima a la par que original aventura del matrimonio protagonista. Alec Baldwin y Geena Davis están encantadores en su papel de “recién fallecidos” intentando poner un poco de orden desde la muerte, todo un universo que por supuesto desconocen. Apoyados por los organismos burocráticos del más allá (impagables escenas todas las que se desarrollan en la Administración post mortem) y por el propio Beetlejuice, irrepetible Michael Keaton, que va por libre sembrando el caos y la confusión mientras exhibe su socarronería canalla y libertaria.  De entre los vivos todos están también muy bien en sus papeles pero obviamente hay que destacar el nexo de unión entre ambos mundos: Lydia, la adolescente oscura que se siente fuera de sitio hasta que entra en conexión con la muerte, su sensibilidad se contrapone al caprichoso, banal y mezquino mundo adulto que la rodea calcando Winona Ryder uno de los mejores personajes de su carrera.

Una vez asimilada la trama se requiere otro visionado de Beetlejuice para deslumbrarse ante el desfile de ideas visuales que inundan la película. Desde el plano secuencia inicial con sorpresa arácnida incluida, hasta la escena final con Lydia elevándose hacia el cielo, todo es de una creatividad abrumadora. De hecho es Beetlejuice una de las películas más imaginativas de su director y muchas de las cosas que se ven aquí se repiten en mayor o en menor medida en su obra posterior. Por eso en ocasiones, los fans de Burton regresamos a esta película por el mero hecho de constatar que la urbanización de Eduardo Manostijeras ya estaba ahí, que entre Jack Skellington y el personaje de Beetlejuice hay algo más que un mero parecido y que la fusión entre la vida y la muerte no es algo exclusivo de La Novia Cadáver, por citar solo tres de los ejemplos más evidentes.

En resumen verdaderamente magnífica y toda una fiesta para los que sepan apreciar desde todas sus perspectivas la primera obra maestra de una de las mentes más inquietas del cine actual, tan macabra, divertida y sugerente, como el baile burlón e insinuante de la más melancólica de las calaveras.

(Del libro "EL CINE QUE RESPIRA", Oviedo, 2014)




 

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