Valoración 10/10
La Dimensión Desconocida. Crónica del Tríptico Definitivo.
Llegaron hace meses desde Venecia las
primeras opiniones de Inland Empire. Como me suele ocurrir siempre con Lynch
seguí el asunto con sumo interés. Se podría resumir esta primera aproximación
con una sola palabra: Divertido. Divertidas reacciones de la crítica,
divertidas declaraciones de Lynch y de Laura Dern. Todo muy atrayente. Pero
sucedió lo habitual. En Asturias las salas seguirían proyectando películas prescindibles
y la nueva de Lynch no iba a ser distribuida. Solo hubo una proyección de la
que yo tuviera noticia, en un cine teatro. Era un único día, una sola vez, en VOS.
No pude asistir. No sabía cuando podría finalmente verla porque ya dudaba en
poderla alquilar también en los videoclubs, así que temí tener que esperar a
comprármela. Pero no. En uno de mis videoclubs habituales hay estaba. Inland
Empire, a mi alcance.
Una vez en mi casa, se me ocurrió una
idea. Me acerqué a mi videoteca y eché mano a Carretera Perdida y Mudholland
Drive. Acomodé mi salón (café con hielo, cigarrillos...) y a las siete de la
tarde comenzó mi experiencia Lynch. Carretera Perdida echó a andar en mi home
cinema y allí en la penumbra mi mente comenzó una relajación total. Recuerdo
ahora mientras escribo cuando la vi por primera vez en su estreno en cine. Me
había encantado sí, pero estuve semanas intentando descifrar, el sentido, el
guion, la lógica. Craso error. No la había visto de manera correcta. Allí no
había nada que entender. Solo había que mirar. Y sentir. Experimentar. La
búsqueda de lo convencional, era en este caso una cuchilla de afeitar que te
rebanaba los ojos. Una trampa, para que no vieras. Por eso, desde mi sofá, pude
vivir una experiencia diferente. ¿Acaso alguien busca la lógica cuando ve una
puesta de sol? Ese era el fallo. No se trata solo de matar el guion. Matemos el
título, la denominación, todos los conceptos. Mudholland Drive ilumina ahora el
salón. Pero no es una ni es la otra. No hay separación, ambas han perdido su
nombre. ¿Cuanto dura un amanecer? ¿Alguien lo ha medido con su reloj?
Simplemente no dura. Y si estamos en una calle y presenciamos un asesinato
¿Cuantos dejaremos de mirar? ¿Cuantos diremos, ha durado 13 minutos? ¿El crimen
presenciado tiene en ese momento lógica? ¿Pensamos en ello?
Mi sofá, la penumbra, el humo de mi cigarrillo se mezcla con el que recorre unas letras, parece poner INLAND EMPIRE, pero podría ser ZDJFJHA FHAHD, o podrían no ser letras. Continúa el amanecer, las sensaciones. El ojo que mira. El oído que escucha. Si viajamos en metro y alguien a nuestro lado habla, escuchamos. ¿Por que escuchamos? No nos importa saber el porqué de lo que oímos. Seguramente no lo entenderemos. Pero queremos sentir. Oír. Palabras. Nos bajamos del metro. No pensamos en lo que hemos oído. La ruptura me acaba fascinando. Si mi salón se ilumina con un árbol me parece bello. Si es la nieve también. Si alguien baila disfruto. Si un ser habla por teléfono sonrío.
Solo en un momento me equivoco. Un destornillador atraviesa a Laura Dern. Me detengo. Pienso. ¿Laura Dern ha muerto? El error: quise pensar. Laura Dern no existe, no está viva, no está muerta. Es una imagen, una sensación, como el árbol, como la nieve, como el amanecer.
( Del Libro " EL CINE QUE RESPIRA " , Oviedo 2014 )
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