Valoración 10/10
Tiempos recientes.
De las varias obras maestras de Chaplin tal
vez sea Tiempos Modernos la que mejor ha sobrevivido al paso de los años. Su
bellísimo lienzo-protesta contra la mecanización del hombre como engranaje
indispensable de la imperiosa necesidad de producir se puede reconducir a
nuestra sociedad actual donde el hombre corriente sigue siendo poco menos que
un esclavo más de su jornada laboral, parca en derechos y salario, rutinaria,
carnívora y deshumanizada.
Así, Chaplin, se viste de Charlot esta
vez para hablarnos de la miseria que rodea a los seres humanos, envuelta bajo
el manto de la fábrica, monstruo implacable de la libertad y de la vida, en la
sociedad industrial de nuevo cuño donde miles de hombres vagan como robots
reprogramados en busca de un empleo que les permita comprar una barra de pan
aunque el precio sea la construcción de miles de tornillos diarios en una
cadena de montaje presentada como una sala de torturas de la que solo un genio
podría crear unos momentos de comicidad tan hilarantes como desgarradores.
El camino que tomará nuestro querido
vagabundo es tan universal como necesario. El mundo que se presenta ante sus
ojos le es mucho menos apetecible que la confortable celda de una prisión donde
dispondría de tres comidas diarias y de una acogedora cama pero todo será
diferente cuando ese mundo de locura, grasa y tornillos pueda verse solo a
través de la belleza de Paulette Goddard, que se cruzará en su destino como un
ángel indómito. Desde entonces Charlot trabajará por amor y aunque sus
peripecias laborales estén lejos de proporcionarle algún tipo de estabilidad
todo se ha vuelto secundario y efímero porque siempre quedará otro sendero que
retomar de la mano de su enamorada, arropados en una sonrisa que ningún trabajo
esclavista, que ninguna jornada interminable, que ningún contrato basura podrán
nunca derrumbar.