sábado, 27 de enero de 2024

Crítica cinematográfica a Shine a Light (Martin Scorsese, 2008)

 Valoración 8/10

La esencia caótica.

Debía tener unos 13 años cuando vendí mi alma al Rock and Roll. Una elección importante. Puede que a día de hoy no sea directivo de una gran empresa, y que mi cuenta corriente espante a todas las pretty womans que pueblan la tierra. Pero... puedo decir que lo he vivido colega. Formar una banda de rock en el instituto es la mejor opción para una época empañada por las litronas y la masturbación. Guns N' Roses eran la banda del momento y no había una sensación más excitante que maltratar una guitarra hasta sacar nota a nota el imponente riff agudo de "Sweet Child O' Mine". Y luego vinieron aquellos primeros conciertos inolvidables, en los bares del barrio. Rock sudoroso, garitos de mala muerte, humo tóxico, whisky de garrafa. Y las chicas. Las chicas más peligrosas de la ciudad. Maldita sea, no se ponían por ti si no por el maldito Rock and Roll. 

Sentir la música, hablar de ella. Y un eterno dilema. ¿Cuál es el mejor guitarrista? Bizantina discusión: para unos era Keith Richards, para otros no. Yo me quedé con Slash unos años, con Jimmy Page después, con Angus Young más tarde. Pero Keith siempre estaba allí. Ganaba por mayoría.

 Y sólo me metí en los Stones muy despacio, intentando descubrir ese "algo" que se suponía que tenía que ver. Hasta que el propio Keith me llevó por delante. De repente a mis veintipocos, tenía novia formal, la mala vida se reducía a café con hielo y cigarrillos y cambié mi puesto de bajista en un power trío del que formaba parte en ese momento por las canciones de Sabina que nos mantenían embelesados hasta las tantas de la madrugada, al ritmo de una guitarra española y bajo la luz de una vela. Sin embargo, ahí seguía él, a sus cincuentaytantos, siendo aún el amo del asunto, retirando a generaciones enteras de supuestos herederos.

Y por eso si alguien me pregunta hoy en día sé que ya no dudaré en mi respuesta porque por fin me he enterado de que va el rollo. Keith no es el guitarrista más técnico, tampoco el más eléctrico pero es la auténtica esencia del RockandRoll.

Y en esta golosina que nos regala Scorsese, se come la cámara en cada plano en cada segundo, en cada nota malsana que sale de su siempre caótica guitarra.

Solo tres intrusos hacen bajar la nota a esta maravilla. En primer lugar Bill Clinton y el petardo de su Señora que aparecen durante unos minutos para promocionarse y vendernos lo mismo de siempre a costa de bajarnos a todos la moral. Y en segundo lugar Cristina Aguilera que canta “Live with me” a dúo con Jagger, en un momento que nosotros pronto olvidaremos y que ella cuando haya decidido al fin abandonar los escenarios será el único de su carrera de cartón piedra que podrá recordar sin caer en el sonrojo.

(Del Libro "EL CINE QUE RESPIRA" , Oviedo 2014)




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