domingo, 14 de enero de 2024

Critica cinematográfica a Los Olvidados (Luis Buñuel, 1950)

Valoración 10 sobre 10.

La cámara que nos delata.

Le llaman El Jaibo. Puede que te hayas tropezado con él alguna vez. Bien parecido, delgadez forzada, cigarrillo ajeno, ropa deshilachada, mueca chulesca. Nada especial, salvo por esa mirada, que lleva la calle incrustada en los ojos. Porque eso es El Jaibo: un pedazo de barrio que sufre, una esquina que mercadea, una chabola que agoniza. Calle miserable de hambre y olvido golpeándole desde donde le alcanza la memoria. Supervivencia e instinto marcados a fuego en las venas. Picaresca de pan y navaja, víctima y verdugo, Ley del Talión, ojo por diente, vida por ojo.

Pedro, apenas un niño, busca en la amistad de El Jaibo una figura paterna que nunca ha tenido. Puede que conozcas a Pedro. Quiere ser un buen chico. Sin embargo es difícil cuando ni siquiera sabe si su madre va a ofrecerle un poco de comida al regresar a casa. Viene de la calle, a ella no le gusta o tal vez se excuse nuevamente en eso para negarle el amor propio de una madre. Tal vez su hijo le recuerde a demasiadas cosas que quiere olvidar. Lo que no sabe Pedro es que en la calle no existen amigos. Solo la individualidad de la Ley del Talión, ojo por diente…

En las vidas de El Jaibo y de Pedro se cruza Julián. Puede que también lo conozcas. Julián ha salido de la calle porque su padre muere cada noche un poco más en ella. Él trabaja de sol a sol mientras el viejo ahoga en alcohol el dinero previamente empapado del sudor de su hijo. Se han contado cosas de Julián, cosas que no son ciertas pero lo suficiente para que sea él quien pague los errores de otros. Justicia de la calle, Ley del Talión, ojo por diente…

Tú y yo tenemos un hogar. Y sólo desde la lejanía de la comodidad podemos mirarlos a ellos. Tal vez algún día odiemos a El Jaibo porque nos ha robado unas monedas, o puede que pretendamos tapar nuestra hipocresía ofreciéndole nuestra limosna a Pedro. O sentiremos lástima de Julián cuando lo veamos arrastrando a su padre entre sollozos. Será solo un momento de duda y malestar y volveremos a nuestra idílica realidad.

Pero las cosas no siempre resultan tan sencillas. Me han llegado rumores.

Dicen que El Jaibo, Pedro y Julián están muertos.   

Y somos nosotros quienes los hemos matado.

Su historia, que es la historia de todos los olvidados terminará por cercenarte, Ley del Talión, ojo por diente, vida por ojo, alma (la nuestra) por vida.


(Del Libro "EL CINE QUE RESPIRA" , Oviedo 2014)


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